LA HERMANDAD DOMINICANA: ORIGEN Y PRIMEROS PASOS
En la Salamanca de la postguerra, en los primeros años cuarenta del pasado S. XX, el nacional-catolicismo aparece profundamente arraigado entre los valores de la población y, quizás como reacción a todas las graves experiencias sufridas en los inmediatos años anteriores, el deseo de expresar una inequívoca condición religiosa, movió a diferentes grupos de personas, vinculadas con gremios de artesanos o profesionales en la mayoría de los casos, a agruparse en torno a nuevas cofradías de penitencia. Este fue el caso de la Hermandad Dominicana del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, Ntro. Padre Jesús de la Pasión, Ntra. Sra. de los Dolores y Ntra. Sra. de la Esperanza. Así, en los primeros días del mes de marzo de 1944, se fraguan las reuniones que habían mantenido un grupo de salmantinos, vinculados de una forma u otra al gremio de “prensa, papel y artes gráficas”, con la intención de crear una hermandad de Semana Santa con la que promover “la mayor gloria de Dios y provecho espiritual de los fieles por medio del culto a la Sagrada Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y veneración de los Dolores de la Inmaculada Virgen María, corredentora del linaje humano, ejercitando ejemplarmente la caridad fraterna en las mutuas relaciones con los hermanos”.
Tras algunas reuniones, aunque la idea lleva meses en sus mentes, se elaboran las primeras “Constituciones de la Hermandad Dominicana del Stmo. Cristo de la Buena Muerte”, erigida canónicamente en la Iglesia del Convento de Padres Dominicos, conocida por el nombre de San Esteban. En las mencionadas constituciones se establece que, a parte de otros distintos actos y cultos solemnes en honor del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, “…en la madrugada del Viernes Santo se celebrarán actos solemnes y la procesión de penitencia con las imágenes del Stmo. Cristo de la Buena Muerte que se venera en la Iglesia de San Esteban y otras imágenes que, por cesión o compra, puedan incorporarse a esta procesión”. Se termina de redactar estas constituciones el 14 de marzo de 1944, siendo aprobadas por la Asamblea Constituyente de la hermandad tres días después, e inmediatamente, enviadas para su vista y aprobación por el obispado. La sanción definitiva, por el Excmo. y Revdmo. Sr. obispo Fr. Barbado Viejo, OP, tiene lugar el día 27 de marzo de 1944, fecha, por tanto, que consideramos como la de fundación de la Hermandad Dominicana. La nueva hermandad de Semana Santa causó un fuerte impacto en la fervientemente sociedad católica salmantina, lo que provocó que, desde el primer momento, una multitud de personas, la mayoría ni si quiera vinculadas con el gremio fundador, solicitase su incorporación a la misma. También, ya desde las primeras reuniones del grupo de fundadores, se constituye una sección de Hermanas de Devoción que permitía la incorporación de la población femenina aunque aún no como cofrades de hábito.
Desde el mismo día de su erección canónica, la Hermandad comienza los trámites ante el Cabildo Catedral en los que solicita la cesión de la Sagrada Imagen de Ntra. Sra. de los Dolores, venerada en la Capilla del Santísimo de la SIB Catedral Nueva y conocida popularmente como “La Piedad”, para lo que es animada firmemente por el Sr. obispo de la diócesis, fraile dominico, y gran impulsor de la hermandad en estos primeros pasos. Estos procesos de constitución y solicitud de imágenes serán los temas centrales del primer Cabildo General Ordinario, que se celebra el Domingo de Ramos día 2 de abril de 1944. Será también en este primer Cabildo en el que se proceda a la elección y toma de posesión de la primera Junta de Gobierno de la Hermandad.
A pesar de la inmediatez con que se lleva a cabo la creación de la hermandad, apenas veinte días, será en esa Semana Santa de 1944 cuando tenga lugar la primera Salida Penitencial, prevista a la 6:00 horas de la madrugada del Viernes Santo, aunque hubo que esperar hasta las 6:45 horas debido a que la lluvia se presentó a última hora, con las imágenes del Stmo. Cristo de la Buena Muerte y Ntra. Sra. de los Dolores, acompañadas por 126 nazarenos, la comunidad de frailes dominicos del Convento de San Esteban y la Schola Cantorum del mismo. Según las crónicas de la época, será éste un acontecimiento notabilísimo, registrándose un fervor sin precedentes en este tipo de actividades. El ritmo vertiginoso, aunque sin precipitación, continúa apenas concluida la Semana Santa y, en el segundo Cabildo General Ordinario celebrado el 23 de abril, se propone por la Junta de Gobierno la adquisición, en cesión o propiedad, de una imagen de Ntro. Sr. Jesucristo con la cruz a cuestas, bien recibiéndola en préstamo de la Cofradía de la Vera Cruz o, en el segundo de los casos, contando con la colaboración de los escultores salmantinos. Esta propuesta es aprobada y a finales de mayo el secretario da cuenta del encargo que se hace a los artistas González Macías y Villar de dos imágenes, de Ntra. Sra. de la Esperanza y Ntro. Padre Jesús de la Pasión respectivamente, copias de las de igual nombre de Sevilla, para con lo que se contó con la autorización dada por las cofradías propietarias de aquellas, mediando en el trámite, de forma eficaz, el general Queipo de Llano. También en ese momento se acuerda hacer tres secciones de nazarenos que se diferenciarán por el color de sus capirotes siendo rojos para unos, verdes para otros y negros para el resto. Las nuevas imágenes, una vez concluidas por sus autores, serán bendecidas en acto solemne el 10 de febrero de 1945 por el obispo Fray Francisco Barbado Viejo. Poco después, la ya Sagrada Imagen de Ntra. Sra. de la Esperanza estrenará su corona realizada por los orfebres “Hermanos Sánchez” de la localidad salmantina de Villamayor. Costó 4.500 pesetas.
En 1945 el Cuerpo de Agentes Comerciales de Salamanca acordó situarse bajo el amparo de la Santísima Virgen de la Esperanza para, como dicen en una de sus circulares de la época, “tomarla como Santa Patrona mediadora ante el cielo de nuestras aspiraciones y de los afanes que diariamente experimentan los Agentes Comerciales en el duro batallar que la vida impone”. Esta decisión provoca que la hermandad abra un proceso de inscripciones para cuantos miembros del Colegio de Agentes Comerciales pudieran estar interesados en pertenecer a esta hermandad. Será también en este año en el que la hermandad experimente un sustancial incremento en su patrimonio ornamental que se deberá, en una grandísima medida, a la esposa del secretario, Sra. de Gombau, que se encargará de la confección de gran parte de las novedades que presentará la cofradía en los años siguientes. Será el de estos años, década de los cincuenta, un periodo de crecimiento de la Hermandad Dominicana durante el cual se adquieren importantes y valiosos enseres ornamentales, bien por compra o como producto de la donación de personas devotas vinculadas a la Hermandad.
Hasta los primeros años sesenta, la Hermandad Dominicana mantiene un esplendor significativo y reconocido en Salamanca. Sin embargo, y coincidiendo con un declive general de la Semana Santa salmantina, a partir de estos años la hermandad comienza a sentir, de forma creciente, un notable descenso de hermanos llegando a verse reducida a la mitad de su número. De éstos, además, gran parte renunciará a participar en la Salida Penitencial, lo que va a motivar que la cofradía pierda gran parte de su vistosidad en la calle. Va a ser durante estos años cuando, para evitar que la imagen de Ntro. Padre Jesús de la Pasión salga sobre ruedas, pues el conjunto de hermanos de carga se había agrupado en torno al paso de Ntra. Sra. de la Esperanza, un grupo de jóvenes camareros, compañeros y amigos, asuma la responsabilidad de portarlo sobre sus hombros, cosa que muchos de ellos han seguido haciendo hasta nuestros días. Aún así, no existirá suficiente número de portadores para el resto de imágenes, por lo que tanto el Cristo de la Buena Muerte como Ntra. Sra. de los Dolores tendrán que salir sobre ruedas y empujados por algunos hermanos, manteniéndose hasta 1984 en que vuelvan a salir sobre los hombros de los hermanos.
Comienza en estos años una época, coincidente con el proceso de transición política en España, marcada por la secularización de la sociedad salmantina, cosa que repercute notablemente en la Semana Santa, motivando la desaparición de algunas hermandades y cofradías de aquellas que nacieron en la fértil etapa de la postguerra. A pesar de esto la Hermandad Dominicana, quizá en virtud del elevado nivel que había logrado alcanzar, consigue mantenerse, aunque a duras penas, gracias al desmedido interés y tesón de algunos hermanos empeñados en evitar su desaparición a toda costa.
LA HERMANDAD FILIAL: NUESTRO PADRE JESÚS DE LA PROMESA
En el año 1948 la Junta Permanente de Semana Santa acuerda dedicar las procesiones comprendidas entre el Domingo de Ramos y el Viernes Santo a las Siete Palabras de Cristo en la Cruz. Ante la falta de una iniciativa para la Segunda Palabra, correspondiente al Lunes Santo, la Hermandad Dominicana propone, desde su Cabildo General, la creación de una hermandad filial que se ocupase de esa procesión. Así, ese mismo año, nace la Hermandad de Penitencia de Ntro. Padre Jesús de la Promesa, cuyo vínculo “dominicano” queda patente en sus constituciones compuestas por un único artículo, por el que hacían propias las constituciones de la Hermandad Dominicana.
La Hermandad de Ntro. Padre Jesús de la Promesa desfila ese año con dos pasos: Ntro. Padre Jesús de la Promesa, crucificado que se encuentra en la sacristía de la Iglesia de San Esteban, y la Coronación de Espinas. La primera de las imágenes se refiere a una talla de mayor tamaño y mejor factura que la del Cristo de la Buena Muerte, aunque con algunas imperfecciones en cuanto a la disposición de los pies. El segundo paso será un “misterio” compuesto por un “Ecce Homo”, talla de busto al parecer proveniente de las misiones orientales dominicas, un sayón en actitud de colocar la corona de espinas y un soldado romano (ambas imágenes procedentes del patrimonio conventual de San Esteban), formando las tres figuras una composición algo artificial y forzada. En 1949 se pretende, desde algunas instancias, identificar identificar esta procesión como la del “Santo Rosario”, para lo que se añadirán otros pasos cedidos por cofradías salmantinas, complementándose el recorrido con el rezo del Santo Rosario. Años después, en 1956, la composición del desfile vuelve a sufrir variaciones realizándose la Salida Penitencial con los pasos del Cristo que da nombre a la hermandad y un nazareno, que será Ntro. Padre Jesús de la Pasión al que se le cambiará su túnica tradicional por otra de color encarnado.
Al igual que en su composición, el recorrido de esta procesión también sufrirá cambios a lo largo de su existencia, ampliándose o reduciéndose en función de las expectativas que hubiese para cada uno de los años. En la misma llegaron a participar todos los frailes que componían el Convento de San Esteban, la Orden Tercera de Santo Domingo, la cofradía del Rosario y otras agrupaciones religiosas populares. Así, lo único que permanecerá invariable en todo el tiempo que esta hermandad participa en la Semana Santa salmantina, será su hábito, de lienzo color crudo, tanto el vestido como el capirote, ceñido con soga de esparto y sin capa. En 1974 sale por última vez esta hermandad filial, coincidiendo con el periodo de aguda crisis de la Semana Santa de Salamanca que afectará, también (como ya se ha mencionado), aunque en menor medida a la Hermandad Dominicana.
HISTORIA RECIENTE: LA HERMANDAD DOMINICANA HOY
A comienzos de los años ochenta, se empieza a ver algo de luz sobre el oscuro discurrir de la Semana Santa. Es un momento de resurgimiento al que no es ajeno la Hermandad Dominicana. Serán años en los que los grandes cambios marquen el futuro de la hermandad. Va a ser en estos momentos, en 1980, cuando se autorice la participación de la mujer como nazareno de pleno derecho, lo que influye sin lugar a duda en el aumento de número de hermanos. También va a ser de crucial importancia un nuevo despertar de la juventud hacia la celebración de los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, ofreciendo la posibilidad de que la hermandad recupere gran parte de esa vistosidad e importancia que había alcanzado años atrás.
Todo ese movimiento de fieles, unido a una cada vez mejor educación cofrade de los componentes de la hermandad, ha sido el punto de inflexión que ha permitido a la hermandad asumir retos que habían permanecido como aspiraciones durante años. Así, se abre la Casa de Hermandad Dominicana que, como sede social, aglutina entre sus paredes toda la vida de hermandad de los últimos años. Se restaura completamente una de las capillas de la Iglesia conventual de San Esteban la cual, con autorización expresa de la comunidad de Dominicos, pasa a ser la Capilla de la Hermandad Dominicana. Se asume la construcción de pasos para todas las imágenes, la mejora de insignias y ornamentos, como estandartes y bandera, o la recuperación de elementos perdidos en los años anteriores. Se ha alcanzado el ideal de mantener una Bolsa de Caridad que, pendiente de las necesidades económicas, sociales o laborales, tanto de los hermanos como de otras personas necesitadas, hace que la hermandad vea cumplido uno de los artículos fundamentales de sus Reglas haciendo que perviva el espíritu fundacional.
En los últimos años, en los que la “explosión jubilosa” de los años ochenta ha dado paso al sosiego de la Semana Santa, la Hermandad Dominicana ha continuado con su evolución e intenciones de mejorar día a día. Ello se ve reflejado en las numerosas actividades tanto culturales como sociales que se desarrollan a lo largo del año, o la colaboración que presta la hermandad a la comunidad de frailes Dominicos en otros cultos no vinculados directamente con la cofradía, como las festividades de Ntra. Sra. de Fátima, de Ntra. Sra. del Rosario o el Adviento. De otras actividades, habría que destacar el ya mencionado incremento de acciones caritativas en que participa la hermandad o el interés de ésta en la formación de jóvenes cofrades, presente y sobre todo futuro de nuestra Semana Santa, mediante la constitución de un Grupo Joven abierto a todos los hermanos menores y centrado en labores catequéticas y de formación cofrade. Para terminar con este repaso al presente de la Hermandad Dominicana decir que, gracias a la filial relación que mantiene con la Orden de Predicadores de la Comunidad de San Esteban, participa en actividades de devoción popular vinculadas con los Dominicos.